Con demasiada frecuencia recibe uno un enlace a algún periódico, normalmente importante y de tirada internacional, como el Miami Herald o el New York Times, donde algún/a periodista relativamente ignorante se atreve a escribir artículos desde el más absoluto desconocimiento.
Tres semanas en el país parecen otorgarle una legitimidad de dudosa procedencia, que le permiten al autor/a del artículo criticar u opinar libremente con informaciones parciales, verdades a medias y, sobre todo, incoherencias constantes en las que no reparan.
Evidentemente, criticar es un recurso fácil. Encontrar defectos es una virtud extendida, de dudoso mérito. Resulta más sencillo hacer llorar que hacer reír y los periódicos y vendedores de publicidad necesitan de un mercado, escaso en tiempos de crisis.
Una de las faltas más comunes consiste en obviar el punto de partida. Los títulos de los periódicos marcan el momento cero a partir del seísmo, ignorando el calendario gregoriano, doscientos años de independencia y la democracia más antigua de América Latina y el Caribe. "Years After Haiti Quake, Safe Housing Is a Dream for Many" titula el último artículo que he leído al respecto en el NY Times.
Veamos: el país más pobre del hemisferio occidental: ¿es resultado del seísmo? "Un Estado fallido" dicen muchos, quizás inapropiadamente, en cualquier caso, un Estado muy débil con una institucionalidad en entredicho: nuevamente, ¿resultado del seísmo? Un Ejecutivo que no cuenta –habría que preguntarse por qué- con ningún Ministerio o Vice Ministerio de Vivienda: ¿el seísmo? Un déficit estimado de vivienda de aproximadamente un millón, en un país con una población de diez millones: ¿seísmo?
Un país terriblemente afectado por la corrupción, el desempleo, la fuga de cerebros, un empresariado casi inexistente. Un país dependiente de la ayuda al desarrollo, importador de granos básicos como el flagrante caso del arroz subsidiado en Estados Unidos, con nula capacidad de prevención o respuesta a catástrofes, sin un sistema de protección civil, carente de un mínimo ordenamiento territorial, al que hay que sumar la migración rural-urbana hacia la capital, aumentando la presión sobre una tierra escasa, recursos limitados; una situación ambiental altamente degradada, tierras deforestadas, ocupadas, expuestas a deslizamientos e inundaciones y un catastro que parece más una novela de ficción a punto de comenzar: ¿es esto resultado del seísmo?
No, éste no es el resultado del seísmo: éste es el punto de partida. A una situación tan compleja, en un país que cuenta con una operación de mantenimiento de la paz por parte de la Misión Permanente de Naciones Unidas, viene a sacudirlo una falla tectónica que lo hace temblar y caer.
Llegué por primera vez al país en septiembre de 2010. Ya habían pasado varios meses desde la tragedia, la ciudad estaba destruida, los escombros se apoderaban de todo, las carreteras podrían haber albergado el París-Dakar, los camiones obstruían las rutas inexistentes y el polvo parecía una representación trágica de la niebla de Londres. Lo más impresionante, sin embargo, era la cantidad de personas que recorrían las calles, comprando cualquier producto a un céntimo y vendiéndolo a dos en la siguiente esquina. La actividad comercial era frenética: la fuerza de un pueblo que se levanta ante semejante devastación en un grito de desafío era la demostración viva del orgullo que caracteriza a Haití, a su gente, a los hijos libres de Toussaint Louverture.
Tasas de pobreza y desempleo (sobre todo subempleo) que rondan 70%, barrios precarios, servicios básicos prácticamente inalcanzables, sistema educativo privativo y caro con más del 80% de escuelas privadas; elevadas tasas de malnutrición y un millón y medio de personas que recibirán la etiqueta de "IDPs" o "desplazados internos" ocuparán más de 1,000 campamentos.
En este contexto se formuló el proyecto que vendrá a llamarse 16/6. En junio de 2011, 16 meses después del seísmo, uno después de que el Presidente Martelly haya asumido su cargo, dos después de que algunos borradores del documento de proyecto hayan circulado entre algunas agencias de Naciones Unidas, se establece una fecha límite para tener el documento finalizado y comenzar la ejecución.
Una situación tan compleja enfrentaba a cada actor, a cada agencia, a cada proyecto, a querer dar respuesta a todos los problemas del país al mismo tiempo. Ante la evidente imposibilidad, el país seguía recibiendo un tratamiento, una respuesta de emergencia, con todas las consecuencias que ello conlleva: no se inician programas de largo plazo. Dar respuestas de emergencia a problemas de desarrollo es mucho más caro, raramente sostenible y difícilmente podrá detonar cambios estructurales; se ignoran las preguntas de fondo de cierta manera debido a que el dinero de la emergencia actúa como sedante y distractor.
Conscientes de esta realidad, 15 meses después del seísmo, cuando la etapa de emergencia debería haber concluido hacía 9 y la de recuperación temprana debería estar muy avanzada, el proyecto establece una dimensión abarcable, que va a permitir comenzar algunas discusiones necesarias: los barrios. El universo a intervenir, el tamaño del reto, será a escala barrial.
El foco de todas las críticas, la medida de evaluación de los logros gubernamentales, todo se centraba en los campamentos y los desplazados internos. El presidente Martelly estableció por tanto los 6 campamemtos prioritarios, no por su situacion de vulnerabilidad, sino por su valor simbólico: las principales plazas públicas que traerían esperanza, que mostrarían que su Gobierno -por cierto inexistente ya que el parlamento no ratificaba al primer ministro y gabinete propuestos- estaba haciendo algo.
A estas alturas, se había desatado un ligero debate sobre la pertinencia de mantener el foco en los campamentos. En un país con 8 millones de pobres, la atención se dirigía constantemente a una parte de ellos, los desplazados. El principal argumento de peso consiste en que muchos de los residentes en tiendas, eran desplazados "voluntarios". Un fenómeno estudiado en muchas emergencias -para el que en Haití no contamos con información detallada- explica cómo las condiciones de vida en campamentos de desplazados pueden ser mejores que las de aldeas vecinas, debido a provisiones con sistemas artificiales establecidos por la cooperación, ONG, etc. Así pues, y sin que esto sea una realidad aplicable a todos los campamentos -y menos aún a los muy pequeños o muy escondidos o muy marginados-, muchos de ellos ejercían una atracción debido a los sistemas de abastecimiento de agua, pequeños centros de salud, escuelitas o alumbrado público a través de lámparas solares, grandes ausentes en los barrios.
Fuente. http://www.revistahumanum.org/revista/haiti-comienza-a-recuperarse-barrio-a-barrio/--
www.gasparensealdia.com
www.cabaretegroup.com
www.gasparhernandez.ctcvirtual.org
Comunicadores para el Desarrollo (CpD) del DpD